Del vómito a la autocracia en tan solo unas páginas…

De la regurgitación a la realeza para terminar en la calle

Princesa y Mendiga

Dibujo sobre la historia de EL Príncipe y el Mendigo de Mark Twain
El príncipe y el mendigo de Mark Twain

La gastroenteritis para el artista es una metáfora de su trabajo diario. Las metáforas al hacerse literales pierden en potencia estética y ganan en sarcasmo, o eso pensaba yo ayer apoyada en la taza del wáter entre empujón y empujón… El vómito como la escritura salen de dentro, la diferencia está principalmente en el hedor, aunque visto lo que tecleo en los últimos días no lo podría asegurar con firmeza.

El vómito como la escritura salen de dentro

Lo tecleado y la que teclea o la tinta derramada y la derramadora son como dos novios adolescentes llenos de hormonas que no paran de pelearse y reconciliarse. A la mañana se reencuentran en el hall del instituto sin saludarse y así me reencuentro yo con lo escrito el día anterior, como si no nos conociéramos, ya no percibimos ningún encanto la una en la otra. A mí las páginas manchadas me parecen chorradas; a ellas yo una escritora patética. Pero luego recuerdo la canción de los Mártires del Compás y confío, entre café y café que “Lo que separa la mañana, la noche negra lo vuelve a juntar”.

Martires del Compás.- CARA A CARA

Me autoimpongo la dura tarea de releer y releer, de cambiar una palabra aquí, una coma allá, de no juzgar y solo jugar con las palabras… Poco a poco la página despierta mi interés, no es que sea ni más bella, ni más justa, pero me parece arreglable. Quizás después de todo la escena no es una auténtica chorrada , quizás algún diálogo se pueda salvar, quizás algún personaje es re-aprovechable…

Mi escritorio en Granville

Cuando escribo, cuando releo, cuando paseo, recuerdo a menudo a una novelista que conocí en Granville, ella me confesó entre vinos cual era su gran motivo.

Su razón para escribir, borrar, reescribir,…

Se ve, que de vez en cuando, en algunos días extraños, las palabras la obedecían, solo durante un par de frases, pero aquello era suficiente para convertirse durante un rato en una reina… A menudo en nuestros mails nos preguntamos cómo lo llevamos…

Es-tu reine ou princesse ces derniers jours ?

La reina de Inglaterra observa su retrato con un aire teatral
Sentirse como una reina…

Seguramente la metáfora sea absolutamente inexacta, pues las dos creemos ser republicanas y en contra de la autocracia, pero el sabor de la sonrisa de logro nos hace emborracharnos de gusto y permitirnos la monarquía por un instante.

Luego, después de pelearse una vez y otra sola delante de las páginas, de discutir, de dudar, de menospreciarse, a veces una se arma de valor y le entrega el novio a otro para que lo lea…

A menudo mis textos los lee mi maestro, por quien siento un gran respeto, pero no por ello los nervios son mayores. Siempre que doy un texto a leer me siento absolutamente expuesta. Cuando cocino puedo probar el pastel y saber si he acertado o no, cuando escribo, en cambio, me vuelvo impotente, la relación con las páginas está tan llena de amor, de odio, de incomodidad, de juicios, que no tengo ni idea de qué valor intrínseco tienen ninguna de mis palabras…

Por ello al dar a leer, sea a un literato o a un gato, la sensación de vulnerabilidad es la misma, princesa y mendiga.  

Portada de THE PRINE AND THE PAUPER de Mark Twain
Y como una mendiga…