El marketing aprieta pero no ahoga (II PARTE)
Yo asistí a mi primera Feria y sobreviví. Mi retraso en la escritura del blog no está relacionado con la resaca moral ni con la física sino más bien con otros elementos que se cruzaron en mi camino: colaboraciones, altas temperaturas, reencuentros y un par de buenas novelas.
En la vuelta a casa desde la Feria, tuve la gran suerte de sufrir el típico retraso veraniego aéreo-molesto, pero en este caso fue un poco peor. Yo estaba esperando al lado de mi puerta de embarque escribiendo mails en el ordenador apoyado en mis piernas que aún olían a bacalao portugués, cuando noté unos ligeros cambios en mi persona…

La metamorfosis se estaba desarrollando en mi ser. Empecé a sonreír sin ton ni son, una sonrisa falsa y forzada que dirigía ora a la pantalla del ordenador, ora a cualquier estímulo externo, ora a una columna. De pronto, cuando mi esternocleidomastoideo estaba al borde del colapso rocé mi pelo con la punta de los dedos y percibí el tacto asqueroso de la gomina, terminé los mails con el cálido y fuera de lugar “un abrazo” e incluso “besos” y posteriormente, cuando me dejaron entrar en el avión le dije “gracias, cariño” a la azafata… Por suerte me di cuenta rápidamente de lo que estaba sucediendo, me estaba convirtiendo en una comercial.
Las dudas de como proceder fueron grandes, pensé en tomarme un alprazolam, pero al leer las instrucciones no me pareció que pudiera ayudarme. Pensé en pedir una cerveza, pero recordé que eso es también un habito de comercial. ¡Qué podía hacer?! ¿Debía permitir el cambio abandonar mis ansias artísticas y devenir la gran vendedora? Las sonrisas no cesaban… Sonreí a una niña que chillaba como un gorrino, a la ventana, a la azafata mientras hacía los ejercicios mímicos de seguridad…
Estaba perdida, pensé en lanzarme del avión, pero eso también sonaba a “comercial-distribuidora teatral estresada se lanza de un avión en marcha”. Con toda la voluntad de que fui capaz abrí un libro, me di un par de puñetazos en mi mandíbula, la sonrisa empezó a desvanecerse, luego traté de contracturar un poco el entrecejo para que saliera una buena arruga de preocupación. Como pude, solté algún improperio fuera de lugar y al ver que asomaba un pelo de una de mis pecas tuve la rapidez de tirar las pinzas a la basura y dejarlo crecer hasta ser perceptible a la vista de un nonagenario…

Sé que tuve suerte, al menos esta vez, conseguí frenar la metamorfosis a medio camino, pero ¿Y la próxima vez? ¿Quizás un día la metamorfosis me tomará por sorpresa mientras duermo y me levantaré convertida en una autoseller? Temo levantarme un día de la cama sin ninguna aptitud para escribir otra cosa que mails y dossiers, sin ningún interés en lo inútil, quizás adoraré los presupuestos y los porcentajes pero no divagar por mundos apasionantes sin ningún interés para el resto de los mortales…

Esta visión me aterra en sobre manera, pero cuando he tratado de compartirla con mi cuenta corriente, (sí, hablo con mi cuenta corriente, como no voy a hablar con ella con los disgustos que me da!? La comunicación es importante…) Pues bien, cuando lo hablé con ella, ella tiene una opinión totalmente contraria, es más me anima al cambio la muy pervertida.